El día más triste de la Fórmula 1: 26 años sin Ayrton Senna, el piloto que hizo arte bajo la lluvia

Dia uno
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Para una gran parte de los amantes de la Fórmula 1 Ayrton Senna fue y seguirá siendo el mejor piloto de la historia. No es una cuestión de títulos ni de estadísticas; el impacto de su muerte, de la que este viernes se cumple el 26º aniversario, trascendió la barrera del automovilismo. El circuito de Imola fue el escenario del fatídico fin de semana: el paulista, uno de los más carismáticos hombres que transitaron el paddock y quien alteró el devenir de la disciplina, dejó una huella antes y después del escalofriante accidente que apagó su vida, cuando el indócil Williams FW16 Nº 2 se estrelló contra el muro exterior de la tristemente célebre curva de Tamburello, a 216 kilómetros por hora.

Fue el fin de semana más negro de la Fórmula 1. El viernes 29 de abril, Rubens Barrichello se despistó en la variante Bassa y protagonizó un fortísimo accidente durante las pruebas libres; Senna lo visitó en el hospital y quienes lo acompañaron lo observaron inquieto, conmocionado y ansioso. Al día siguiente, Roland Ratzenberger perdió el control de su Simtek al rompérsele un alerón en la curva Villeneuve y golpeó de frente contra el muro a más de 300 km/h. El choque del piloto austríaco, que debutaba en esa temporada, fue brutal y fatal; la muerte, casi instantánea a causa de la violenta desaceleración.

Senna es una leyenda y muchos campeones del mundo se inspiraron en él, a quien observaban con detenimiento y admiración en televisión. El brasileño corrió, ganó, fue tres veces monarca y un piloto tremendamente competitivo y de calidad incuestionable, pero no logró torcer el destino: cinco años antes, junto a Gerhard Berger , intentó modificar la trayectoria de aquella variante de Imola, pero el curso del río Santerno, que discurre por detrás, lo impedía. La misma curva que resultó un milagro para las vidas de Nelson Piquet, Berger, Michele Alboreto y Riccardo Patrese fue la trampa que apagó la vida del astro paulista.

Una sensibilidad particular, muestra de destreza y carácter. La espectacularidad de una victoria en condiciones de pista húmeda realza el triunfo. Ayrton Senna asumía el riesgo, era un artista bajo la lluvia para construir éxitos de ensueño en la Fórmula 1. El brasileño escribió capítulos memorables en el Gran Circo : protagonizó batallas históricas, maniobras de asombro y otras que merecieron reproches. El agua resultó un aliado, después de ser un condicionante en sus inicios como piloto. Porque el paulista, luego de decepcionarse en los karts por no entender cómo funcionaban los mecanismos para resolver la atípica situación, se entrenó hasta la superación. La cátedra lo ubica como el mejor y el más brillante campeón del mundo para sortear ese obstáculo que atemoriza a algunos reyes de la velocidad; otros lo sientan a la cabecera de una mesa en la que también ubican a Michael Schumacher y a Jim Clark .

«Fue una carrera como en los viejos tiempos, con fuerza, desde el corazón. Tenía que ser inteligente en cuanto a cuándo apretar el ritmo y cuándo contenerme. Fue una carrera fantástica. Estoy feliz por todos. No sólo por mí, sino también por el equipo y los mecánicos. Fue un sueño. Dios sabe, y cuando quiere algo, entonces nada puede detenerlo», comentó Senna a la cadena O’Globo, de Brasil, después de ejecutar lo que la F. 1 considera una de sus mejores victorias de las 41 que selló en 141 grandes premios y de ensayar la mejor primera vuelta de la historia de la categoría. El 11 de abril se cumplieron 27 años de aquella muestra de audacia, determinación e inteligencia en el Gran Premio de Europa de 1993, en Donington Park. Como si nunca nadie pudiera volver a realizar una obra de esa magnitud, fue la única vez que la Fórmula 1 se presentó en el trazado inglés en sus 70 años.

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