No hubo diciembre negro aunque amaneció sombrío. Ni la inflación, ni la Fed y el taper acelerado, ni la ola de covid. O la amenaza desconocida de ómicron. Ninguno retuvo la última palabra. Santa Claus acudió puntual y rescató a las Bolsas del encierro. Nadie puede quejarse de 2021, por cierto, pero tampoco reprocharle un final desteñido. En una semana corta, tres avances rotundos le devolvieron el brillo. El S&P 500 escaló 2,3%, el Dow Jones, 1,7% y el Nasdaq, 3,2%. De repente, el S&P 500 acarició los máximos de nuevo, a 6 diez milésimos apenas, en su mejor momento. ¿Cuándo hemos visto algo parecido? A lo largo de todo el año. Wall Street estuvo en capilla más de una vez, pero zafó siempre. Como si la impulsara un resorte oculto, la misma presión (al ceder) le sirvió de trampolín a cimas mayores. Trepó así 25,8% en el año y celebra una Feliz Navidad 27,6% más encumbrada que en 2020.
¿Cuánto se puede leer de un rally estacional previsible, a contramano de un pesimismo extremo, montado en volumen ralo y una actividad reducida? No mucho. En la función postrera se transaron 8 millones de acciones comparado con el promedio de 11,8 millones de las últimas 20 ruedas. La volatilidad fue el santo y seña de diciembre, pero se derrumbó los últimos diez días, y pasó de un Vix máximo en 27 a un umbral relajado de 17. El desenlace es más un error de cálculo que un acto de fe, aunque todo se asienta sobre la firmeza de las convicciones del mercado de bonos que contra viento y marea, contra la evidencia de una inflación más alta y una FED más preocupada, no se irrita y mantiene su mansedumbre. ¿Queda alguien que recuerde el “conundrum”, el acertijo que intrigó a Alan Greenspan entre 2004 y 2006 cuando conducía los destinos de la Fed? El banco central luchaba contra una inflación empecinada en colarse por encima de 3%, y el viejo Maestro apeló a una interminable sucesión de subas de la tasa de fed funds que partió de 1% y finalizó -con Ben Bernanke al timón- en 5,25%. ¿Cuál era el enigma? Que las tasas largas no pestañearon nunca. No hubo cambios ni alarma.
Se preservaron en un rango centrado en 4,5% estables y convencidas de que, ante el celo de su cancerbero, la inflación estaba derrotada de antemano. Esa es la mejor descripción de un régimen monetario creíble (donde los shocks inflacionarios se presumen transitorios y pasan sin dejar huella). Entonces, ¿qué se puede decir de la actualidad? La inflación, lo admitió Jerome Powell, es el problema. Se puede discutir su medición. ¿6,8%, como dicen los precios al consumidor? 5,7% dictamina el deflactor del consumo personal. Antes de 2012 no había Inflation Targeting ni meta explícita. El objetivo ahora es 2%, y se lo perforó bajo cualquier definición. No obstante, los bonos, imperturbables. Pero lo notable es que su rango está centrado en 1,5% nominal. Sus espaldas no están cubiertas. Y la FED no tocó las tasas cortas. No empezó la faena (todavía inyecta liquidez con sus compras decrecientes de bonos). Esto sí es credibilidad, como no se vio nunca. Lo más increíble es que perdure con la evidencia de una inflación en offside tenaz. Aquí yace el secreto de la Bolsa, de su ambición, múltiplos altos y resiliencia, que lucran de los mejores balances nominales y los descuentan a una tasa real bajo cero. Gracias Santa Claus por los servicios prestados, pero los bonos son los reyes magos. Powell debe ser prolijo y obrar con tino, que sería un crimen matar a la gallina de los huevos de oro.
Resistencia
La Bolsa resistió una andanada de malas noticias. Se dobla pero no se rompe, y después vuelve como un tentempié. Ómicron es la amenaza más reciente. No habrá encierro en EE.UU., prometió el presidente Biden, que aportó un plan de 9 puntos que evita puntillosamente la palabra tabú. Sí, lo hay en China. Y ya se vio con delta, cómo puede afectar la marcha del comercio global. Y sí o sí habrá una erosión de la actividad en todas partes. Wall Street escuchó selectivamente y retomó la ofensiva. Quizás no sea mal negocio canjear una pausa en el fragor cotidiano por menos inflación. Habrá que volver a discutir la estanflación, pero se supone que la vacunación del tercer trimestre nos dejó un manto de inmunidad como para no caer víctimas del pánico.
Fuente: Telam