El nuevo pacto de Consenso Federal abrió el debate sobre el impuesto a la herencia (también llamado impuesto a las transmisiones gratuitas de bienes). Desde que en 1976 Martínez de Hoz derogó este tributo, en general, las transmisiones hereditarias no están sujetas a tributos en nuestro país (a excepción de la provincia de Buenos Aires que en 2007 restableció este impuesto). Teniendo en cuenta su ausencia en nuestro esquema tributario reciente nos podemos preguntar, ¿por qué gravar las riquezas recibidas por herencia?
Thomas Piketty, prestigioso economista francés, sostiene que la importancia de la herencia como factor de acumulación se ha incrementado en las últimas décadas en todo el mundo. A su vez, proyecta que el siglo xxi estará marcado por un incremento del volumen total de capital transmitido por herencia y de este flujo de capital como parte del ingreso nacional.
A esta mayor importancia de las recepciones hereditarias se le suma lo desigual de su distribución a favor de quienes ya detentan riquezas. Como es de esperarse, la posibilidad de recibir una herencia cuantiosa depende de la clase social a la que uno pertenezca. En este sentido, el sociólogo y politólogo alemán Szydlik señala que con la recepción de una herencia se aplica “el principio de Mateo: al que tiene, se le da. Los adinerados reciben aún más riqueza, los prósperos se hacen ricos, los ricos aún más ricos”.
La importancia de esta institución y lo desigual de su distribución se ve confirmada en estudios recientes que evidencian que la herencia es uno de los principales factores de concentración de la riqueza entre la parte más rica de la población y de su reproducción intergeneracional. Por lo tanto, la herencia de riquezas es un componente notable de la desigualdad total que caracteriza a nuestras sociedades.

Las grandes desigualdades de riquezas generadas por las herencias ocasionan serios problemas sociales y políticos en las sociedades contemporáneas. A mediados del siglo xix, el filósofo y economista Stuart Mill resaltó que las transmisiones hereditarias irrestrictas ocasionan enormes concentraciones de riquezas que devienen en un poder político impropio que amenaza a la democracia. En este sentido, la desigualdad económica está fuertemente vinculada a la falta de participación política, así como a la falta de influencia y representación por parte de los sectores con menos recursos.
A su vez, cuando las concentraciones de capital superan determinado nivel, la igualdad de oportunidades se haya en riesgo. La igualdad de oportunidades exige que todas las personas tengan aproximadamente las mismas posibilidades de acceder a una educación de calidad y a buenos puestos laborales. Si existen pocas familias que concentran una gran cantidad de recursos económicos, las posibilidades que estás tienen de acceder a las mejores escuelas, universidades y puestos de trabajo serán varias veces mayores que las del resto de la sociedad. John Rawls, uno de los filósofos políticos más importantes del siglo xx, sostuvo que la igualdad de oportunidades y las instituciones democráticas son incompatibles con altos niveles de desigualdad económica.
Además, hay algo que diferencia a las grandes riquezas fruto de la actividad personal de aquellas producto de millonarias herencias familiares, el mérito. Valorar el mérito implica que las personas deben ser responsabilizadas por sus decisiones y no por sus circunstancias. Recibir o no bienes en herencia es una de estas circunstancias, en la medida en que no depende de las decisiones y esfuerzos del beneficiario, sino de la buena o mala suerte de haber nacido en una familia acaudalada. ¿Cuál es el mérito de los descendientes de multimillonarios que los hace merecedores de cuantiosas herencias o donaciones sin tener que tributar por ellas? Para el empresario Warren Buffet, una de las diez personas más ricas del mundo según Forbes, “sin el impuesto a la herencia habrá una aristocracia de la riqueza, lo que significa que la capacidad de controlar los recursos de la nación se transmite en función de la herencia en lugar del mérito”.
Teniendo en cuenta las consecuencias económicas, sociales y políticas que la transmisión irrestricta de bienes por herencia ocasiona, buena parte de los países del mundo presentan en sus legislaciones un impuesto a las herencias. En nuestra región países como Colombia, Chile, Brasil y Ecuador son algunos de los que aplican este gravamen. Más común aún es este impuesto en países centrales en donde presenta alícuotas que superan el 30%. Entre otros, Estados Unidos, Bélgica, Alemania, Francia, Dinamarca, España, Reino Unido, Corea del Sur y Japón presentan este tributo.

En los últimos años, diversos académicos, figuras públicas y organizaciones han defendido el impuesto a la herencia. Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, advierte que si Estados Unidos disminuye el impuesto a las sucesiones que actualmente tiene, “es muy posible que el país se convierta cada vez más en un país de una oligarquía hereditaria”. En una carta firmada en 2017, cientos de multimillonarios estadounidenses advirtieron al Congreso que reducir el impuesto a la herencia aumentaría enormemente la desigualdad económica e implicaría importantes ajustes en las políticas de ayuda social estatal. Por su parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en su último informe recomienda de manera contundente la implementación y fortalecimiento de este impuesto por razones de equidad y eficiencia.
¿Qué características debe tener el impuesto a las herencias?
La OCDE establece que este tributo tiene que presentar una alícuota progresiva que afecte especialmente a los grandes patrimonios. A su vez, como el objetivo principal del impuesto es reducir las concentraciones económicas, debe gravar a quien recibe una herencia y no al transmitente. Por último, debe tener un mínimo no imponible lo suficientemente elevado para permitir que la mayoría de las personas se vean exentas de tributar.
Argentina tiene la posibilidad de dar un paso importante hacia un sistema tributario más eficiente y equitativo. El impuesto a las grandes herencias nos acercará al ideal meritocrático y nos permitirá disminuir las grandes concentraciones de riqueza que conforman dinastías de poder político, económico y social en nuestro país.
A su vez, lo recaudado por este tributo podrá contribuir a políticas públicas que permitan reducir los altos niveles de pobreza e indigencia que padecemos. Por ello, un tributo progresivo a la recepción gratuita de bienes implica hoy un avance significativo hacia la construcción de una sociedad más justa.
Fuente: Ambito