Algunos edulcorantes artificiales alteran los microbios de nuestro intestino, posiblemente incrementando el riesgo de aumento de peso, diabetes y enfermedades cardíacas.
Los edulcorantes artificiales, que pueden ser cientos o miles de veces más dulces que el azúcar de caña, no suelen ser procesados por el cuerpo humano, por lo que aportan ninguna o pocas calorías.
La sensación es conocida: tomas ese refresco light y saboreas su dulzor sin la culpa ni las calorías asociadas al azúcar. Pero un nuevo estudio sugiere que estos edulcorantes artificiales pueden no ser tan inofensivos como se pensaba; incluso podrían incrementar el riesgo de diabetes o de aumento de peso.
La comunidad científica sospecha desde hace tiempo que existe una relación entre los edulcorantes artificiales (sacarina, sucralosa, aspartamo y stevia) y la obesidad en los seres humanos, pero hasta ahora esa conexión solo se había demostrado en ratones de laboratorio. Ahora, en un ensayo inédito, científicos de Israel han probado estas sustancias químicas en humanos.
Sus resultados demuestran que los edulcorantes artificiales no sólo alteran los microbios que viven en los intestinos de los seres humanos (que son fundamentales para suministrar nutrientes esenciales, sintetizar la vitamina K y digerir las fibras alimentarias, entre otras cosas), sino que algunos pueden afectar a la rapidez con la que el organismo elimina el azúcar de la sangre después de una comida. Cuanto más tiempo permanezca la glucosa en la sangre, mayor será el riesgo de diabetes, enfermedades cardiovasculares y enfermedades renales crónicas.

Los edulcorantes bajos en calorías alteran la actividad de los microbios que viven en el intestino humano. Tienen efectos similares a pesar de que sus estructuras químicas son muy diferentes, afirma Michael Goran, profesor de pediatría y director del programa de Nutrición y Obesidad del Hospital Infantil de Los Ángeles.
«Se utilizan con la esperanza de darnos el sabor dulce sin tener que pagar el precio calórico, pero los edulcorantes no nutritivos no son inertes en los humanos», advierte Eran Elinav un inmunólogo del Instituto de Ciencia Weizmann en Israel, quien dirigió el último estudio.
Cada ser humano alberga un ramillete único de microbios (bacterias, virus y hongos) que viven de forma natural dentro y sobre nuestro cuerpo; en el intestino, la nariz, la boca y en la piel y los ojos. El número de células que componen esta vasta comunidad microbiana es aproximadamente igual al número de células del cuerpo humano. Esta comunidad, llamada microbioma, se siembra al nacer, y no solo ayuda a la digestión, sino que también protege contra los patógenos y apoya el sistema inmunológico.
Cómo influyen los edulcorantes en la alteración microbiana
La alteración del microbioma se produce porque los edulcorantes no nutritivos, aunque sean nulos o bajos en calorías para el ser humano, sirven de nutrientes para algunos microbios, que luego proliferan. Esto provoca un desequilibrio en las poblaciones microbianas que puede causar inflamación intestinal crónica o cáncer de colon.
«Están diseñados sin calorías para nosotros pero no para nuestros microbios intestinales, que pueden seguir prosperando con ellos», indica Michael Goran, profesor de pediatría y director del programa de Nutrición y Obesidad del Hospital Infantil de Los Ángeles (Estados Unidos).
El estudio israelí confirma que los edulcorantes no nutritivos pueden alterar el microbioma intestinal a las dos semanas de su exposición y sugiere que sus efectos sobre el metabolismo del azúcar pueden variar de una persona a otra.
«Es un estudio convincente que demuestra cómo afectan realmente estos edulcorantes al cuerpo humano. Y, además, tienen efectos similares, a pesar de ser tipos de compuestos diferentes», afirma Goran.
David Katz, especialista en nutrición y fundador del Centro de Investigación en Prevención Yale-Griffin de la Universidad de Yale (Estados Unidos), está de acuerdo: «Se trata de un estudio elegante, elaborado y potente que establece de forma decisiva que los edulcorantes no nutritivos perjudican el metabolismo de la glucosa al causar daños específicos en el microbioma».
Historia de los edulcorantes artificiales
Nuestro gusto innato por los comestibles dulces, y la evitación de las sustancias amargas, es una adaptación evolutiva que nos llevó a consumir alimentos muy energéticos en una época en la que los alimentos nutritivos eran escasos. Los azúcares naturales, como la glucosa, la fructosa, la caña o el azúcar de la leche, se digieren para producir energía (medida en calorías) que ayuda al funcionamiento de nuestros órganos. Los edulcorantes no nutritivos, que pueden ser de cientos a miles de veces más dulces que el azúcar de caña, no suelen ser metabolizados por el cuerpo humano, por lo que no aportan calorías o lo hacen en menor medida.
Qué es la sacarina
La sacarina, el primer edulcorante no nutritivo comercializado, se descubrió por casualidad en 1879 en los derivados del alquitrán de hulla de la Universidad Johns Hopkins estadounidense. Gracias al presidente Theodore Roosevelt, quien pensó que este azúcar artificial era una forma libre de culpa de perder peso, la sacarina esquivó la prohibición de la naciente Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos. En 1977, cuando la FDA trató de prohibir de nuevo la sacarina por el presunto riesgo de provocar cáncer en ratas, los estadounidenses pusieron el grito en el cielo. Enviaron millones de cartas al Congreso, a la FDA y al presidente Jimmy Carter para protestar por la prohibición propuesta.
Finalmente, sólo se exigió una etiqueta de advertencia sobre el cáncer en los productos que contenían sacarina. Pero esto también se eliminó en el año 2000 cuando los científicos descubrieron que los seres humanos metabolizan la sacarina de forma diferente a las ratas, y que no suponía un riesgo de cáncer para los humanos.
Los sustitutos del azúcar bajos o sin calorías se encuentran en miles de bebidas y alimentos en todo el mundo y generaron 21 300 millones de dólares en 2021. Se espera que esta cifra aumente a medida que la demanda de estos edulcorantes (sobre todo en los países de ingresos bajos y medios) siga creciendo.
En Estados Unidos, una encuesta nutricional realizada en 2017 a nivel nacional reveló que el 80% de los niños y más de la mitad de los adultos consumían edulcorantes bajos en calorías una vez al día. Los adultos obesos consumían edulcorantes bajos en calorías con mayor frecuencia.