Este es el elemento de tu cerebro que protege los recuerdos que dejan una huella emocional profunda

Dia uno
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Durante años fueron vistas como simples asistentes celulares, pero nuevas investigaciones revelan que las astrocitos desempeñan un papel crucial en la consolidación de recuerdos emocionales.

Durante mucho tiempo, los neurocientíficos vieron las astrocitos (esas células en forma de estrella que abundan en el cerebro) como actores secundarios en el gran teatro de la memoria. Encargadas de sostener y nutrir a las neuronas, parecían cumplir una labor casi doméstica dentro del sistema nervioso. 

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Sin embargo, un estudio reciente publicado en Nature acaba de sacudir esta visión tradicional: las astrocitos no solo participan activamente en el proceso de memorización, sino que podrían ser las verdaderas guardianas de los recuerdos que dejan una huella emocional profunda.

La investigación, liderada por Jun Nagai en el RIKEN Center for Brain Science de Japón, demuestra que estas células gliales no se limitan a acompañar a las neuronas, sino que son capaces de activarse directamente ante estímulos emocionales repetidos, jugando un papel esencial en la estabilización de recuerdos duraderos. 

Según Nagai, este descubrimiento no solo responde a la antigua pregunta de cómo se almacenan ciertos recuerdos a largo plazo, sino que redefine completamente la forma en que entendemos la memoria.

Estabilización de la memoria

La clave del estudio reside en el concepto de estabilización de la memoria: ese momento en que lo efímero se convierte en permanente. Hasta ahora, se sabía que ciertas zonas del cerebro como el hipocampo y la amígdala registraban físicamente las huellas de una experiencia. Pero lo que aún no se comprendía del todo era cómo estos rastros se consolidaban con el tiempo, más allá de una única exposición al estímulo.

Para explorar este misterio, el equipo de Nagai diseñó un experimento meticuloso. Utilizando una técnica que mide patrones de activación en todo el cerebro de un ratón durante una tarea de memorización, los científicos observaron la expresión del gen Fos, un marcador temprano de actividad celular vinculado a la consolidación de recuerdos

En una prueba clásica de condicionamiento al miedo, los roedores aprendieron a asociar una jaula con una descarga eléctrica leve en las patas. Curiosamente, fue durante la segunda exposición, y no la primera, cuando se registró un aumento significativo de Fos en las astrocitos de la amígdala.

Este dato es revelador: las astrocitos, lejos de reaccionar de forma inmediata, parecen activarse cuando la experiencia emocional se repite, como si reconocieran que un recuerdo merece ser preservado. 

Para profundizar en esta idea, los investigadores aplicaron transcriptómica (una técnica que permite medir cambios en la expresión del ARN) y descubrieron que estas células generaban más receptores noradrenérgicos, moléculas que permiten la comunicación con las neuronas a través de la noradrenalina.

Estas proteínas actúan, en palabras de los científicos, como una especie de “etiqueta” molecular que marca a las astrocitos involucradas en la experiencia emocional. 

Nagai lo resume así: “Las astrocitos saben que algo temible ha ocurrido, y su respuesta molecular toma horas o días”. Es decir, su participación se inscribe en una ventana temporal que refleja el proceso biológico de transformar una vivencia intensa en un recuerdo persistente.

Implicaciones

Este descubrimiento podría reescribir los libros de texto de neurociencia, porque rompe con el dogma que decía que solo las neuronas codifican la memoria. Si hasta ahora se hablaba de un enfoque “neurocéntrico”, el hallazgo introduce la posibilidad de un paradigma “astrocéntrico”, con implicaciones profundas tanto para la investigación básica como para el desarrollo de nuevas terapias.

Además, al comprender que estas células pueden ser manipuladas para fortalecer o debilitar ciertos recuerdos, se abre una posibilidad terapéutica sin precedentes para tratar trastornos como el Alzheimer, donde los circuitos de la memoria se degradan, o el trastorno de estrés postraumático, donde los recuerdos perturbadores se mantienen con dolorosa intensidad. Modificar la actividad de las astrocitos podría ofrecer una vía más precisa y menos invasiva para intervenir sobre la memoria emocional.

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