Compartir el pan, usar y entregar solidariamente de lo que tenemos por amor al prójimo, puede abrir los ojos del alma. Es un suceso que armoniza nuestras palabras y hechos. El partir y el compartir el pan, puede abrir los ojos del alma o del entendimiento, para así entrar en una nueva realidad espiritual. Veamos que, el amor al prójimo, la ayuda social, puede dar lugar a que muchos puedan abrir los ojos a la trascendencia de Dios y su Palabra, al conocimiento de las realidades espirituales a las que, de alguna manera, no habían llegado hasta aquí.
Me baso en un texto bíblico que es más que de uso litúrgico, el compartir el pan recordando la última cena, como si fuera una mesa común, un espacio cercano en donde se comparte lo que se tiene de manera amorosa, solidaria, fraternal y de iguales.
El texto al que me refiero es el de los discípulos en el camino de Emaús (Lucas 24:13-35). Jesús les compartía la Palabra, y ellos le escuchaban, pero sin conocerle, sin saber que era Jesús. Sin embargo, ocurrió algo muy llamativo. Cuando entraron a la casa y se sentaron en la mesa, en la porción del pan, en el pan partido y compartido, ante esa solidaridad humana de dar de comer, de convidar lo que se tiene, fue cuando conocieron a Jesús.
Pienso que quizás a algunos de nosotros nos puede ocurrir lo mismo que a los discípulos de Emaús. Podemos oír hablar del Maestro o leer de él en la Biblia pero no llegamos a conocer de verdad a Jesús.
El ejemplo de Emaús, el hecho de compartir abrió los ojos de aquellos discípulos, y conocieron al Jesús. Compartir el pan, usar solidariamente las posesiones, hacer entrega de lo que tenemos por amor al prójimo, puede abrir los ojos del alma.
Jesús les expuso lo que decían las escrituras “Entonces Jesús les explicó todo lo que había sido escrito sobre él en las Escrituras, empezando con los libros de Moisés y todos los profetas.”. Sin embargo, no le conocieron hasta que cortó el pan y lo repartió. Quizás, sin este acto solidario, esos discípulos nunca hubieran sabido que habían estado con Jesús.
Quiero resaltar hoy la práctica de misericordia. Compartir la Palabra es fundamental y básico. Pero si falta el amor al prójimo, la solidaridad humana, el gesto de entrega, de compartir la vida y el pan, el evangelio queda inconcluso. Es posible que muchos ojos se abran a realidades que no se abrieron con la sola escucha de la Palabra. La acción solidaria da coherencia a la palabra dicha.
Los hijos de Dios que predican su Palabra, son también hombres con una misión, hombres de acción solidaria y amorosa que ven en el prójimo una realidad completa: alma y cuerpo.
Que muchos puedan abrir sus ojos y conocer al verdadero Jesús, que se refleja en un compromiso con el otro solidariamente.
Lic. Miguel Hundt
Pastor Iglesia Bautista del Centro
Pte Consejo Pastoral
Psicólogo Social