Atención con la turbulencia que despiertan las Fiestas y el consumo de alcohol

Dia uno
Dia uno

“Che boludo, alcanzame esto…” Este es un ejemplo de lo que muy a menudo se usa para decirle algo a alguien, sin ánimo aparente de agredirlo o rebajarlo sino como un modo de llamarlo. Este modo se ha naturalizado al igual que muchas palabras y actitudes a las que se les escinde aparentemente la intencionalidad degradante. Usar términos degradantes para decirle algo a alguien es un modo de hacer microerosiones en el valor de la persona sin hacerse cargo de estar haciéndolo, naturalizando tratos disfuncionales a los que se van acostumbrando tanto el emisor como el y los receptores…. pero con sabor a ser menos, al llenar de pobreza afectiva el trato entre las personas.

Rechacemos/corrijamos el uso social “aceptado” de depotenciar a la otra persona. Esto ocurre entre adultos y sobre todo con niños, con un caleidoscópico listado de comunicaciones que traen consecuencias que nadie asume.

Las comunicaciones patogénicas son una colección horrorosa de actitudes/respuestas de violencias silentes las mas de las veces: invalidar pedidos de apoyo y comprensión de niños y/o adolescentes o adultos, so pretexto de que “ya son grandes” , invalidar minimizando la experiencia subjetiva dolorosa del niño o del adolescente bloqueando así la expresión de dolor, de soledad ó de angustia, amenazar con abandono ó castigos, criticar improductivamente, cuestionar las buenas intenciones induciendo sospecha, inducir vergüenza con humillaciones, hacer comparaciones desfavorables , etc….es inacabable.

En nuestra cultura, a juzgar por estudios de Unicef sobre miles de familias en todo nuestro país, ( y en otros países) pegar a los niños, “apenas un chirlo” sigue siendo un método de crianza validado por 7 de cada 10 figuras parentales encuestadas. Es en esa pequeñez, tanto de los niños como de la resonancia de esos actos…”apenas un chirlo”, que se silencian y naturalizan estas violencias. Sólo se nombran cuando dejan de ser pequeñas y matan!

ABC

Hay en los intersticios de los vínculos sociales también violencias cotidianas que informan. Injusticias, impunidades, pérdidas de referencias, como modo de vida en la gran urbe.

Atención con la turbulencia que despiertan las fiestas y el consumo de alcohol, ¡las violencias pueden detonarse tras tanta frustración en la pandemia y costar integridades y hasta vidas!

Es necesario en los vínculos tratar de tener estabilidad emocional; transmitir con nuestra conducta la paciencia, la perseverancia y la confianza necesarias para que podamos fomentar la capacidad de resiliencia del niño y del adulto de rehacerse de los malos tratos. El cerebro puede compensar y reconstruirse. Lleva tiempo y trabajo. Lo podremos hacer si regulamos nuestras propias emociones y creencias, nuestra ansiedad, rigidez, exigencia, expectativas elevadas.

Celebremos que todos evocaremos el nacimiento de un nuevo año, otorguémosnos entre todos un mundo lo mas colaborador, pacífico y seguro posible!

¡¡¡Los niños y los adultos agradeceremos!!! Y continuaremos la trama potente de nuestras vidas, cuidando nuestros vínculos como ciudadanos del país que seguiremos construyendo!

Fuente: Ambito

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