Canadá obstaculiza una opción para producir y exportar vacunas a Bolivia y el Sur Global

Dia uno
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El Gobierno de Canadá obstaculiza desde hace siete meses el otorgamiento de una licencia obligatoria para producir en un laboratorio local la vacuna contra el coronavirus de Johnson & Johnson y exportarla a Bolivia, una decisión que las fuentes consultadas por Télam coinciden que prioriza su relación con las grandes farmacéuticas en vez de cumplir sus obligaciones en derechos humanos, ya que impide que otros países del Sur Global consigan fármacos por la misma vía.

El 3 de marzo pasado la empresa Biolyse Pharma con sede en la provincia canadiense de Ontario solicitó a Johnson & Johnson la licencia voluntaria para fabricar su inmunizante monodosis, lo que fue rechazado. Entonces, semanas después, volvió a la carga y le pidió la licencia obligatoria bajo el Régimen de Acceso a los Medicamentos de Canadá (CAMR, por sus siglas en inglés), el marco legal que regula el acuerdo mundial sobre propiedad intelectual.

Esa normativa internacional contempla flexibilidades para que, en casos especiales, otros fabriquen productos patentados a cambio de un canon para quien posee el derecho, una excepción que nació como un reclamo impulsado por las naciones africanas en la Organización Mundial del Comercio (OMC) ante los altos costos en la importación de medicamentos contra el VIH.

«Con una simple decisión, el Gobierno canadiense puede salvar vidas. Este es el mensaje que quiero llevar al recién reelegido primer ministro Justin Trudeau»BENJAMÍN BLANCO VICEMINISTRO BOLIVIANO DE COMERCIO
En el caso concreto de Canadá, el primer paso para este proceso es agregar la vacuna de Johnson & Johnson al Anexo 1, una lista de productos farmacéuticos patentados que son elegibles para la exportación bajo el CAMR, y es acá donde el trámite está frenado ya que las autoridades canadienses no solo no avanzan en añadirla sino que imponen nuevas barreras.

Poco sirvió hasta ahora que en mayo el Gobierno de Bolivia haya firmado un contrato con Biolyse para fabricar e importar 15 millones de dosis, sujeto a obtener la licencia obligatoria, y que se haya presentado toda la documentación que prueba que el país sudamericano no tiene capacidad local para producir el fármaco necesario para luchar contra la pandemia.

«Con una simple decisión, el Gobierno canadiense puede salvar vidas. Este es el mensaje que quiero llevar al recién reelegido primer ministro Justin Trudeau», escribió la semana pasada el viceministro boliviano de Comercio Exterior e Integración, Benjamín Blanco, en un editorial publicada por la cadena internacional Al Jazeera.

Las voces que denuncian esta inacción también surgen dentro de Canadá.

Bolivia no tiene capacidad local para producir el fármaco necesario para luchar contra la pandemia

«El Gobierno canadiense continúa priorizando su relación con las grandes farmacéuticas en lugar de cumplir con sus obligaciones como país comprometido con los derechos humanos», apuntó en declaraciones a esta agencia la parlamentaria Niki Ashton del Nuevo Partido Democrático.

«Si realmente buscáramos contribuir a mejorar la vida de las personas en todo el mundo, especialmente en las Américas, seríamos proactivos y permitiríamos que este acuerdo entre Bolivia y Biolyse siga adelante», añadió.

«Las vacunas contra la Covid-19 son la representación perfecta del tipo de medicamentos que deberían ser elegibles para exportación bajo nuestro CARM. Me cuesta imaginar un producto que pertenezca más perfectamente al Anexo 1», explicó en el mismo sentido una fuente que participó en el desarrollo de esta normativa y que decidió no dar su nombre por su vínculo actual con el Gobierno de Canadá.

Esta misma fuente apuntó contra la mirada «corta» de las autoridades que creen que si permiten la producción de vacunas genéricas «van a desatar la ira» de las farmacéuticas proveedoras de los inmunizantes contra la Covid-19 y de gran parte de su electorado que puede pensar que está anteponiendo la salud de las personas en otros países antes que la situación fronteras adentro.

Por su parte, el exministro de Salud y exparlamentario Allan Rock, que participó en las primeras etapas del debate sobre el CARM, dijo que «probablemente» la pandemia sea un contexto para activarlo, pero señaló que «no vale la pena seguir ese camino» ante las «barreras» del proceso.

«Esto podría conducir a otros acuerdos potenciales y aun así Canadá se niega a que esto siga adelante, lo que es una clara señal del poder que tienen las grandes farmacéuticas»NIKI ASHTON-PARLAMENTARIA CANADIENSE
«Fue una legislación que no cumplió con los objetivos originales, sino que creó una serie de barreras para aprobar versiones de medicamentos genéricos exportables a otros países», señaló a Télam y agregó: «Refleja los diversos intereses de las empresas que presionaron al Gobierno durante el transcurso de la adopción de la normativa».

Los hechos avalan sus dichos: el Anexo 1 solamente fue enmendado en tres oportunidades para añadir medicamentos y el único antecedente de exportación ocurrió en 2007, cuando el laboratorio Apotex la utilizó para fabricar antirretrovirales contra el HIV para Ruanda, en África.

Es cierto que se trata de un «proceso engorroso», lleno de burocracia y de limitaciones para otorgar la licencia obligatoria para un solo producto, un único país al que se autoriza a vender y por un tiempo determinado, admitió la fuente que participó de su implementación y decidió permanecer anónima.

«Incluso esto atenta contra el propio bienestar ya que acuerdos como el firmado con Bolivia generarían empleos para las empresas canadienses» NIKI ASHTON-PARLAMENTARIA CANADIENSE
Sin embargo, aclaró que el Gobierno debería actuar «de manera proactiva», añadir las vacunas contra el coronavirus al Anexo 1 e incentivar así a que Biolyse y otros laboratorios puedan avanzar en elaborar los inoculantes para colaborar en la lucha global contra la pandemia.

La parlamentaria canadiense Niki Ashton del Nuevo Partido Democrático, se pronunció en contra de la decisión oficial de su país.La parlamentaria canadiense Niki Ashton del Nuevo Partido Democrático, se pronunció en contra de la decisión oficial de su país.
«Esto podría conducir a otros acuerdos potenciales y aun así Canadá se niega a que esto siga adelante, lo que es una clara señal del poder que tienen las grandes farmacéuticas», manifestó la parlamentaria Ashton.

Y concluyó: «Incluso esto atenta contra el propio bienestar ya que acuerdos como el firmado con Bolivia generarían empleos para las empresas canadienses».

El interés para Canadá también reside en otra cuestión fundamental, coincidieron los entrevistados: mientras no se avance con la inmunización en todo el mundo crece el peligro de la aparición de nuevas variantes más contagiosas y resistentes a las actuales vacunas.

El rol fundamental de Canadá en erradicar la viruela de América Latina

Canadá privatizó, a mediados de la década del 80, un laboratorio público que hasta entonces supo ser referencia del desarrollo de medicamentos efectivos y accesibles no solo para la demanda interna sino para erradicar la viruela en América Latina, lo que en la actual pandemia dejó al país más vulnerable librado a la dependencia y los intereses de las grandes farmacéuticas que producen las vacunas contra el coronavirus, coincidieron fuentes consultadas.

El laboratorio Connaught, establecido en 1914 en Toronto, se regía por un mandato no comercial, lo que lo convirtió en un ejemplo para la investigación, fabricación y distribución de fármacos accesibles contra la diabetes, el tifus y la poliomielitis, entre otras enfermedades.

En un contexto de un sector farmacéutico cada vez más privatizado, en 1967 firmó un convenio con la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el que asumió la responsabilidad de combatir la viruela en América Latina, especialmente en Brasil que concentraba la mayor cantidad de casos, y jugó un rol fundamental en la inmunización contra ese virus que se logró erradicar oficialmente en 1980.

El Gobierno canadiense a cargo del conservador Brian Mulroney lo privatizó a mitad de esa década y el continente americano perdió así un centro de referencia que podría haber jugado un rol fundamental en la actual pandemia de coronavirus.

«Es el impacto devastador del neoliberalismo. Hoy no tenemos la capacidad de producir nuestras propias vacunas y esa vulnerabilidad y desorganización también nos llevó a que fuéramos incompatibles de mirar más allá de nuestras fronteras, lo que es inaceptable», lamentó en declaraciones la parlamentaria canadiense Niki Ashton del Nuevo Partido Democrático.

Esa dependencia a las grandes farmacéuticas se refleja en que Canadá, país miembro del G7, permanece indeciso a la hora de apoyar la exención temporal a las patentes de las vacunas, proyecto que hace un año se debate con pocos progresos en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y que ya cuenta con el respaldo de casi 110 países, incluyendo a su gran vecino Estados Unidos.

«Nunca ni en mis sueños más locos me imaginé que Estados Unidos, el campeón de las medidas por la propiedad intelectual, iba a tomar una posición tan en contra de los intereses declarados de la industria farmacéutica. Y que Canadá no se suba a esa ola es desalentador», indicó a esta agencia una fuente que trabajó en la autoridad regulatoria canadiense y que decidió no dar su nombre por su vínculo actual con el Gobierno encabezado por Justin Trudeau.

Pero ese respaldo al actual acuerdo internacional que rige la propiedad intelectual es a medias, ya que al mismo tiempo obstruye la implementación del artículo que contempla una flexibilización en casos especiales.

Desde hace siete meses Canadá desoye el pedido del laboratorio local Biolyse por una licencia obligatoria para fabricar y exportar a Bolivia el inmunizante monodosis de Johnson & Johnson.

«Hay obvias contradicciones en la posición de Canadá», reseñó un informe reciente de South Centre, un think tank independiente con sede en la ciudad suiza de Ginebra, que concluyó que «no se puede dejar a los países con menos recursos a merced de la buena voluntad opcional de los principales desarrolladores de vacunas».

Fuente: Telam

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