Eduardo Berti: «Lo fantástico en la tradición literaria argentina no es un género sino una forma de mirar»

Dia uno
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A partir de dos ejes interconectados –el juego y la geometría circular-, Eduardo Berti construye en “Círculo de lectores” un catálogo imaginario de personajes que leen bajo protocolos maniáticos y exquisitos al mismo tiempo y le permiten discurrir sobre la retroalimentación entre libros y lectores porque, como dice el autor, «un buen lector inspira al libro y cuando las cosas funcionan bien (como en toda relación de a dos) se arma una suerte de espiral o de remolino creativo, placentero, inolvidable».

Posiblemente como una deformación de su pertenencia al grupo de experimentación literaria conocido como Oulipo -integrado alguna vez por escritores célebres como su fundador Raymond Queneau y otros como Marcel Duchamp, Italo Calvino y George Perec- cuando hace veinte años empezó a escribir el texto que dio a conocer ahora, a Berti no le interesaba tanto pronunciarse sobre algunas indagaciones que pueden resultar más obvias, como la manera en que los libros interceptan un fragmento de la vida del lector para sumergirlo en una deriva transformadora: más que describir sobre esa incidencia de la literatura -que Cortázar retrató con afán hiperbólico en el relato «Continuidad de los parques»- el escritor quería reivindicar el sentido lúdico y recreativo de una escritura pensada como relación simbiótica entre quien lee y quien escribe.

«Círculo de lectores» se centra mayormente en una tipología de lectores que intervienen de muy diversas maneras sobre los textos que leen, como el señor Teste, que le dicta escenas a su admirado escritor Maurice Leblanc, o el señor Funes, una variante del memorioso borgeano que le agrega una frase de no más de 16 palabras a cada libro que cita de memoria. O incluso el lector Payandreau, que llega a escribir un cuento replicando el estilo de su escritor favorito, Marcel Aymé y se lo envía.

Este repertorio de personajes componen un fragmento del libro recién editado por el sello Páginas de Espuma, donde el autor de «Todos los Funes»  se expide también sobre el rol del traductor como un editor afilado que puede producir marcaciones decisivas en un texto, ofrece definiciones sobre las diversas variantes del cuento y hasta ironiza -en el apartado “Mañana se anuncia mejor”- sobre las fórmulas gastadas del periodismo, un oficio que en su caso fue perdiendo terreno en la silenciosa disputa con la escritura de ficción.

«Siempre me entusiasmó más escribir ficción que escribir periodismo. Eso no significa que el periodismo no me haya apasionado en un momento. Al contrario, le debo mucho. Pero supongo que mi tendencia a la imaginación y a la invención fue más fuerte que el rigor de verdad al que me obligaba el periodismo»,  destaca Berti en entrevista con Télam.

“Círculo de lectores” un catálogo imaginario de personajes que leen bajo protocolos maniáticos y exquisitos

“Círculo de lectores” un catálogo imaginario de personajes que leen bajo protocolos maniáticos y exquisitos

-Télam: Los primeros tramos de “Círculo de lectores” constituyen una descripción de la materialidad que precede y delimita la experiencia de lectura ¿Escribir sobre las condiciones que hacen posible el acto de leer es una manera de repensar gestos que aparecen automatizados por la práctica o prevalece la idea de resignificar a Cortázar en ese gesto lúdico de redactar instrucciones para un acto mecánico y carente de variantes en homenaje a sus «Instrucciones para subir una escalera»?
-Eduardo Berti: Proponer un manual de instrucciones para cosas que están “automatizadas por la práctica” (subir escaleras, manipular un libro… y podríamos añadir ejemplos: dormir, caminar, rascarse la cabeza, etc) equivale a un ejercicio de extrañamiento: detenerse a mirar algo que, por lo común, damos por aceptado y no miramos con atención. Quise empezar por ahí mi libro, mediante una especie de humorada con extrañeza, porque -justamente- no creo en las instrucciones para leer: al contrario, creo que hay muchas maneras de hacerlo y este libro celebra esa diversidad.
“Círculo de lectores” es como una galería o colección de lectores singulares y de maneras singulares de leer. Si hay un tema central, más allá incluso del tema de la lectura, es el de la lectura “subversiva” o “creativa”. Y este asunto va apareciendo en las diferentes secciones que conforman el libro, desde ángulos y formatos distintos. Quise que la variedad estuviera en las formas de las secciones, como un modo de mostrar las afinidades que hay entre la lectura y las nociones de pluralidad o potencialidad.

-T: Hay dos grandes hilos conductores que le dan identidad a estos textos: la idea de juego y la de círculo, una forma transitada por la literatura desde los tiempos de la tragedia griega para explicar una conexión entre vivencias personales o tiempos históricos que implica suponer que nada está librado al azar y que se vuelve en algún momento a un punto de origen ¿Cómo atraviesa esto tu relación con la literatura?
-E.B: El concepto o la imagen del círculo atraviesa el libro de varias maneras. La más clara es la de círculo como colección, como galería o, en otros momentos, como “clan” u organización… Juego con esa noción de que los lectores forman una suerte de hermandad. Pero mientras escribía el libro (y tuve tiempo… porque tardé casi veinte años en hacerlo) fui descubriendo otras posibilidades y otras resonancias. Una de las que más me inspiró fue la idea de que hay una retroalimentación entre el libro y el lector. Que un buen libro inspira al lector, que un buen lector inspira al libro y que, cuando las cosas funcionan bien (como en toda relación de a dos: amistad, amor, etcétera), se arma una suerte de espiral o de remolino creativo, placentero, inolvidable… Otra suerte de círculo, en definitiva.

– T:¿En qué medida el experimento del que dio cuenta “Rayuela” en busca de un lector más interactivo generó en vos una noción de los pactos de lectura que persisten de alguna manera en tu escritura?
– E.B.: Podríamos decir que esto siempre existió, de manera bastante codificada: por un lado, muchos autores reescribieron obras anteriores en modos incluso explícitos; por otro lado, muchos grandes lectores se volvieron escritores, poco a poco. El caso de Joseph Conrad, que empezó a escribir su primera novela (al menos, así lo rememoró él) en el camarote de un barco, en los márgenes blancos de una novela de Gustave Flaubert, uno de sus ídolos, es un ejemplo bastante gráfico. Pero tu pregunta va más allá de esto, sin dudas. Y creo que esta clase de participación de la que hablás es más reciente. Tiene que ver, ante todo, con las vanguardias del siglo XX y con conceptos como los de combinatoria o interactividad, que han empezado a ocupar un lugar más central. Creo que cada vez más hay más espacio para el rol activo del lector o del público en general. Las fronteras entre “arte” y juego se vuelven difusas. Hay músicos, por ejemplo, que invitan a sus oyentes a que remezclen sus temas: que salgan de la mera pasividad. Hay películas donde los espectadores pueden elegir entre diferentes opciones argumentativas y, de este modo, la historia va bifurcándose. En el arte contemporáneo y en algunas experiencias artísticas ligadas a internet hay más invitaciones por el estilo… y, por cierto, en la red circulan muchos mashups musicales y muchas películas recompaginadas porque, además, la tecnología para hacerlo se volvió accesible.
En el campo de la literatura no son millones los casos por el estilo, pero tampoco son inexistentes: el libro electrónico (si se lo explora más allá de la simple versión “en pantalla” del libro tradicional) puede permitir que el lector maneje una especie de “tablero de comando” y manipule informaciones o textos. Con esto no intento decir que la idea de lector activo sea inseparable o sea solo consecuencia inevitable de los cambios tecnológicos. Pienso en ejemplos de mediados del siglo XX, como los “Cien mil billones de poemas” de Raymond Queneau, el “Juego de cartas” de Max Aub o algunas novelas de Marc Saporta… y no solo en “Rayuela”, que es un ejemplo más obvio o más familiar para los argentinos.  Estas obras marcaron no solamente el espíritu de “Círculo de lectores”, sino también un libro que publiqué hace un par de años en torno a la letra de “Por”, una canción de Luis Alberto Spinetta. En ese libro, yo juego a rearmar y reescribir la letra de la canción, lo hago de 47 maneras diferentes, pero también le entrego un mazo de cartas al lector para siga creando y permutando, ya que uno de los significados de la palabra “por” es el signo de multiplicación.

Eduardo Berti

Eduardo Berti
Fuente: Telam
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