Néstor Carlos Kirchner asumió la Presidencia de la Nación en la fecha patria del 25 de mayo de 2003, por lo que este lunes se cumplen 17 años de que el gobernador patagónico peronista llegó al Poder Ejecutivo Nacional y nombró como jefe de Gabinete a Alberto Fernández, el actual Jefe de Estado.
Con solo el 22% de los votos, Kirchner, el dirigente desconocido por muchos, comenzaba la gestión en una fecha excepcional tras la entrega del poder del entonces presidente elegido por el Parlamento, Eduardo Duhalde, en medio de una de las peores crisis de la historia del país.
En las elecciones presidenciales del 27 de abril de 2003 la fórmula Kirchner-Daniel Scioli, del Frente para la Victoria, obtuvo 4.312.517 votos, el 22,24 % del total, resultando segundo detrás de la fórmula encabeza por el ex presidente Carlos Menem, quien luego se bajó del ballotage y no hubo segunda vuelta.
Al conmemorarse un nuevo aniversario de esos comicios hace casi un mes, Alberto Fernández escribió en Twitter: «Un día como hoy, hace 17 años, junto a Néstor Kirchner comenzábamos a transitar un camino que cambió a la Argentina y la puso nuevamente de pie. Los argentinos y las argentinas sabemos cómo levantarnos, porque ya lo hicimos muchas veces. Vamos a hacerlo una vez más».
Ese domingo feriado de 2003 amaneció con el espíritu de la Revolución de Mayo y el pueblo acostumbrado a los piquetes, asambleas populares, marchas y cacerolazos, eligió abandonar esas prácticas por un día y colmar la Plaza de Mayo para ir a ver quién era y qué decía ese hombre flaco con una figura desgarbada, que demostró tener la capacidad de ser amigable con el pueblo.
Rápidamente el santacruceño entabló una relación especial con los ciudadanos al romper todos los protocolos e ir a saludar al pueblo, lo que fue una costumbre que mantuvo siempre hasta su muerte.
La imagen de Kirchner con un corte en la frente por un desafortunado choque con la cámara de un fotógrafo, el mismo día después de jurar como Presidente, da cuenta de que había un cambio de época porque el resto de los dirigentes no podían estar entre la multitud.
Eran tiempos en los que había recelos con la política y estaba mal vista por muchos y los dirigentes no gozaban de la gracia popular porque su mayoría eran vinculados al ‘Que se vayan todos’ de la crisis de 2001.
El contexto social y económico era muy complejo porque el flamante mandatario se hacía cargo de un país que, entre otros problemas, tenía más cantidad de desocupados que los votantes que habían confiado en él, como en reiteradas oportunidades recuerda la hoy vicepresidenta, esposa del ex presidente y también luego primera mandataria, Cristina Fernández de Kirchner.
Así como rápidamente forjó una estrecha relación con la gente, Kirchner optó por enviar en su primer día en la cúpula institucional del país un mensaje contundente al sector político y también a los grupos concentrados de poder.
En su discurso de asunción presidencial en el Parlamento -donde se hizo la ceremonia de traspaso de mando-, Kirchner sentenció: «Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias; me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada».
Sin dudas, esa es una de las frases más recordadas, pero en tiempos de pandemia de coronavirus el rol del Estado y el sistema de salud ideal son uno de los puntos de debate en todo el mundo y las palabras del ex presidente fallecido en su discurso vuelven a cobrar relevancia.
«Es el Estado el que debe actuar como el gran reparador de las desigualdades sociales en un trabajo permanente de inclusión y creando oportunidades a partir del fortalecimiento de la posibilidad de acceso a la educación, la salud y la vivienda, promoviendo el progreso social basado en el esfuerzo y el trabajo de cada uno», señaló.
Sobre el sistema sanitario, manifestó que «en el campo de la salud, el Estado asumirá un rol articulador y regulador de la salud pública integral sumando los esfuerzos de los subsectores públicos provinciales y nacionales, privados y de obras sociales, orientado a consolidar las acciones que posibiliten generar accesibilidad a las prestaciones médicas y a los medicamentos para toda la población».
En 2003 Kirchner ya advertía que «el objetivo de dar salud a los argentinos impone que se asuman políticas de Estado que sean impermeables a las presiones interesadas, por poderosas que sean, provengan de donde provengan».
Con respecto al pago de la deuda externa, el mandatario señaló en su discurso de asunción que «no se puede volver a pagar deuda a costa del hambre y la exclusión de los argentinos, generando más pobreza y aumentando la conflictividad social».
«Los acreedores tienen que entender que sólo podrán cobrar si a la Argentina le va bien. Creciendo nuestra economía crecerá nuestra capacidad de pago. Sabemos que nuestra deuda es un problema central. No se trata de no cumplir, de no pagar», concluyó.
Néstor Kirchner cumplió con sus convicciones durante su gestión, con claros ejemplos: el pago de la deuda externa al Fondo Monetario Internacional (FMI), la política de derechos humanos, el ‘NO al ALCA’ en la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata, la creación de millones de puestos de trabajo y la recuperación del mercado interno.