Un equipo científico reconstruye la prehistoria de la península Ibérica a través del análisis del genoma de sus pobladores durante 8.000 años. Sus conclusiones apuntan a una mayor diversidad genética de la esperada y a una influencia decisiva de poblaciones venidas de Europa del Este hace unos 4.000 años.
Esqueleto de dos hermanos
Esqueletos montados de los restos de dos hermanos encontrados en el yacimiento de La Brana, en León. Son los restos de hermanos más antiguos de los que se dispone evidencia genética.
Yacimiento de Castillejo de Bonete, Ciudad Real
Un hombre y una mujer enterrados lado a lado en el yacimiento de la Edad del Bronce de Castillejo de Bonete. Ambos presentaban distintos ancestros genéticos.
Inhumación individual de época andalusí
Cuerpos enterrados en Sagunto, hallados de costado, mirando hacia el sur (donde creían que estaba la Meca).
Mandibula ancestral
Esta mandíbula, datada genéticamente de entre el año 8000 y el 5500 a. C., es el resto humano de la península Ibérica del que se dispone de datos genéticos encontrado más al sur.
se sabe que la península Ibérica ha sido desde antaño un punto de encuentro de pobladores venidos del Mediterráneo y el norte de África. Sin embargo, en los últimos tiempos los últimos estudios genéticos parecen desvelar que esta región atesora un linaje genético mucho más variado de lo que se pensaba, con una mezcla de poblaciones autóctonas y otras procedentes no solo del sur, sino también del este.
En un nuevo artículo en la revista Science, un grupo de 111 genetistas y arqueólogos registraron los cambios genéticos producidos en la población de la península Ibérica a lo largo de 8,000 años. El equipo científico, codirigido por Iñigo Olalde y David Reich, de la Facultad de Medicina de la Universidad Harvard, y Carles Lalueza Fox, del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC/ Universidad Pompeu Fabra) de Barcelona, analizaron los genomas de 271 individuos procedentes de la península Ibérica, combinándola con información procedente de otros 132 pobladores de la época. Sus conclusiones apuntan a que esta región presentaba una mayor diversidad genética de la que esperaban, con un único cambio abrupto, una misteriosa migración llegada del este hace unos 4.500 años que sacudió por completo el ADN de las antiguas poblaciones ibéricas.
LINAJE VENIDO DEL ESTE
Descubrieron que a partir de la Edad del Bronce, la composición genética de la región cambió drásticamente. Los investigadores encontraron marcadores genéticos vinculados a poblaciones de las estepas de Europa del Este que provocaron un acusado reemplazo en el linaje de las poblaciones de la península Ibérica. “Este contacto [entre los pobladores de la Península y los procedentes del este] es sostenido durante 400 años, entre el 2.400 y el 2000 a.C.), lo cual terminaría provocando un cambio en cerca del 40% de la ancestralidad de las poblaciones ibéricas anteriores y un reemplazo de los linajes paternos (los transmitidos por el cromosoma Y)”, sostiene Carles Lalueza Fox a National Geographic España. Una característica, que, asegura, todavía es mayoritaria en la península Ibérica a día a de hoy.
¿Qué ocurrió para que ese linaje ibérico desapareciese? Según Lalueza Fox, es difícil saberlo, pues el estudio realizado es meramente genético, sin incluir los procesos sociales subyacentes. Sin embargo, una de las hipótesis barajadas apunta a la posible existencia de una fuerte jerarquización social en aquel período, con la creación de élites hereditarias que tuvieran más posibilidades de dejar descendencia y que esta sobreviviera.
Sin embargo, más que una diferenciación de linaje, lo que parecen indicar los resultados del estudio es más bien una extensa cohabitación entre poblaciones de distintas zonas geográficas, tanto de Europa del Este como del norte de África. En este sentido, los investigadores han encontrado contactos esporádicos entre Iberia y el norte de África antes de lo esperado, entre los que destaca el hallazgo de un individuo con ADN africano que fue enterrado hace más de 4.000 años en el actual yacimiento arqueológico de Caminos de las Yeseras, en Madrid, y otro ejemplar con un 25% de ADN norteafricano inhumado lo que hoy es Cádiz. Estos descubrimientos concuerdan con el hallazgo de objetos exóticos, como el marfil, que no existían en la península Ibérica de la época, aunque, según los investigadores, responden a casos esporádicos. “Detectamos un aumento de la ancestralidad norteafricana y del este del Mediterráneo, especialmente en el sudeste de la Península, a partir de la época romana -afirma Lalueza-. Aunque probablemente es debido a los púnicos, de los cuales estamos analizando las muestras actualmente”.
MAYOR DIVERSIDAD GENÉTICA
El estudio presenta una imagen compleja de la historia genética de la península Ibérica, reforzando las conclusiones de otros estudios en esta dirección, como el publicado recientemente en la revista Current Biology, en el que investigadores españoles y alemanes concluyeron que los cazadores-recolectores de las poblaciones que habitaban la península eran más genéticamente diversas de lo esperado. “La península Ibérica cuenta con una historia más compleja que otras regiones de Europa, especialmente debido a los contactos de las poblaciones africanas”, sostiene Lalueza.
La historia de la península Ibérica es más compleja que la de otras regiones de Europa, sobre todo por el contacto entre poblaciones europeas y africanas.
LA PARTICULARIDAD VASCA
Por otro lado, una de las peculiaridades de la investigación es la constatación de que la población que habitaba la región vasca ha cambiado poco en 3.000 años. “La región vasca tiene la misma ancestralidad procedente de las espetas [de Europa del Este] que el resto de la población ibérica (de hecho, son los que tienen una mayor incidencia del linaje R1b, procedente de las poblaciones venidas de las estepas). Sin embargo, no tienen las influencias posteriores de púnicos, griegos, romanos y musulmanes que arribaron a la península a lo largo de los últimos 3.000 años”, apunta Lalueza.