Las elecciones regionales le añadieron más incertidumbre al futuro de Perú

Dia uno
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Las elecciones regionales del pasado domingo confirmaron el desencanto del Perú con sus políticos y sembraron más dudas sobre el futuro, según analistas que concuerdan en que todos los partidos salieron derrotados.

«La mesa está servida para un candidato (presidencial) antisistema», advirtió en entrevista con Télam el politólogo Alonso Cárdenas, quien insistió en que se requieren cambios que no se harán porque dependen de los actuales dirigentes.

Cárdenas, de la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, dijo que es temprano para saber si el ultranacionalista Antauro Humala será el imán de los antisistema o si surgirá una propuesta de esa extrema derecha que «se mueve muy bien en situaciones de caos».

La extrema derecha logró la alcaldía de Lima, donde vive casi un tercio de los peruanos, con Rafael López Aliaga, millonario miembro del Opus Dei que ha usado su triunfo para posicionarse como el principal opositor al presidente Pedro Castillo.

López Aliaga, del partido Renovación Popular (RP), advirtió que no hablará con Castillo -al que llama «burro» y «comunista»-, pese a que expertos descartan que se pueda ser alcalde de la capital sin relacionarse con la Presidencia.

Para Cárdenas, en medio de la virtual autoproclamación del alcalde electo como gran líder de la oposición, no se debe olvidar que su triunfo fue precario, al punto que tuvo menos votos que los nulos y los en blanco sumados.

El 26% de votos válidos obtenido por López Aliaga baja a 23% de votos emitidos y a 18% si se tiene en cuenta el padrón. Es el alcalde que llega con menos apoyo en 40 años.

Eso, para analistas, impide que López Aliaga pueda verse ya como la gran carta de la extrema derecha para la próxima elección presidencial -máximo en marzo de 2026-, en la que, además, no podría participar si cumple con no renunciar a la alcaldía antes de terminar el período en enero de 2027.

Los expertos añaden que el extremismo del alcalde electo, su conservadurismo religioso y social, sus duros modales y su falta de carisma le dificultan ganar apoyo en el interior, donde además se le percibe como ícono del resistido centralismo limeño.

Podemos Perú (PP, derecha) y Somos Perú (SP, centroderecha), que escoltaron al ganador en la lucha por Lima y sus 9,5 millones de habitantes, compartieron con RP los buenos resultados, pues entre los tres se repartieron la mayoría de las 43 alcaldías de distritos. La izquierda no logró nada en la capital, como ya había ocurrido antes.

Pero los logros limeños de RP, PP y SP quedaron opacados -salvo parcialmente en el caso del último- por el fracaso de todos los partidos en la búsqueda de 25 gobernaciones departamentales y las 196 alcaldías provinciales, en donde fueron aplastados por agrupaciones locales.

SP y Alianza Para el Progreso (APP, centroderecha) lograron dos gobernaciones cada uno. El primero irá además a segunda vuelta en cinco de nueve departamentos en que ningún candidato llegó a 30%, mientras que el segundo lo hará en uno.

Además, desde primera vuelta lograron sendos gobiernos departamentales otros dos partidos: Avanza País (derecha) y el Frente de la Esperanza (centroderecha). Los restantes ocho partidos nacionales no lograron ningún éxito.

Así, de 14 a 18 de los 25 departamentos, incluidos de seis a ocho de los 10 más grandes, serán administrados por grupos regionales a los que no se puede mezclar porque manejan diversas ideologías e intereses y tienen agendas limitadas a lo local.

Para Cárdenas, el fracaso partidista es «vergonzoso» en especial para Perú Libre (PL) y Fuerza Popular (FP), que mandaban hace apenas un año al pasar a segunda vuelta sus respectivos candidatos presidenciales, Castillo y Keiko Fujimori.

PL, partido marxista leninista en que militaba Castillo, fue barrido incluso en el departamento de Junín, su cuna y fortaleza. Esa organización estuvo lejos de ganar en algún departamento o provincia y en Lima vio como su candidato quedaba último entre ocho con 1,5%.

A FP, de derecha radical y gran protagonista en los últimos años, le fue igual: ni una victoria pequeña. El fracaso se hizo extensivo a Lima, otrora su fortín, donde ni siquiera tuvo candidato a alcalde provincial y se llenó de derrotas en los distritos pese a haber postulado cuadros experimentados.

Los éxitos parciales de SP y APP tampoco pueden verse como promesas, pues en el primer caso ni siquiera hay un líder nacional y en segundo lo hay -el gobernador electo de La Libertad, César Acuña-, pero tiene tantos anticuerpos en el resto del país que no se le ve como una opción viable.

Partidos de derecha como el histórico Acción Popular, de centro como el Morado o de izquierda como Juntos por el Perú también sufrieron aparatosas derrotas que en algunos casos ponen en duda su viabilidad.

La corrupción retuvo protagonismo: Luis Torres celebró su elección como gobernador de Tacna en prisión domiciliaria; Zózimo Cárdenas, elegido en Junín, tiene 30 investigaciones. De parecidos antecedentes adolece Wilfredo Oscorima, de Ayacucho; Luis Otsuka, con controvertida historia en la minería, gobernará en Madre de Dios. Y la lista continúa.

López Aliaga dice que las investigaciones de la Fiscalía en su contra fueron archivadas, pero la prensa mostró que no. Las pesquisas giran en torno a «actividades criminales» que incluyen lavado de activos con uso de testaferros, fabricación de empresas de fachada y posesión no aclarada de bienes en paraísos fiscales.

El empresario-político, que deriva buena parte de su fortuna del manejo monopólico del transporte hacia el santuario inca de Machu Picchu, el principal atractivo turístico del país, es también señalado por deberle más de 10 millones de dólares al fisco.

Lima y el resto del país volvieron a votar distinto, pero con puntos comunes, según los analistas: en ambos lados la campaña trascurrió entre hartazgo, apatía y presencia de candidatos cuestionados y sin propuestas sólidas.

Las advertencias reiteradas de expertos como Cárdenas sobre la necesidad de reformas caen en saco roto, pues quienes pueden cambiar el marco, los políticos, no están interesados, en un país en que un Gobierno con menos de 30% de aprobación popular triplica en simpatías al Congreso.

Fuente Telam

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