El acordeonista Raúl Barboza falleció en París a los 87 años, dejando un legado inmortal que expandió el chamamé argentino por el mundo.
El 27 de agosto de 2025, el chamamé argentino perdió a uno de sus referentes más emblemáticos: Raúl Barboza. A los 87 años, el acordeonista, compositor y embajador cultural falleció en París, ciudad que lo acogió desde 1987 tras una consagratoria carrera en Argentina. Su partida dejó un vacío difícil de llenar en la música litoraleña, pero también un legado que traspasó generaciones y fronteras.
Nacido el 22 de junio de 1938 en Buenos Aires, Barboza llevó en su sangre la herencia correntina de su familia. Su padre, Adolfo Barboza, pionero del chamamé en la capital, le regaló su primer acordeón cuando apenas tenía seis años. Desde entonces, la música se convirtió en su vida. Con una habilidad precoz y un virtuosismo admirable, el niño recibió el apodo de “Raulito El Mago”. A esa edad ya actuaba junto al trío de su padre y grababa para el sello Víctor con el Conjunto Correntino Irupé. Desde temprano, el ambiente chamamesero lo reconoció como un niño prodigio.
Durante la década de 1950, se sumó al trío de Julio Luján y poco después formó su propio conjunto. Con esa agrupación recorrió escenarios porteños y realizó su primera gira internacional en Brasil. En 1964, grabó su primer disco para CBS titulado Presentando al nuevo ídolo del Litoral, acompañado por el guitarrista José Medina y el cantante “Juancito El Peregrino”. Ese período también lo vinculó con producciones históricas como la Misa Criolla y la película Los Inundados, dirigida por Fernando Birri, junto a Ariel Ramírez.
Trayectoria internacional y colaboraciones memorables
La magnitud de Barboza se reflejó en los artistas que lo acompañaron a lo largo de su carrera. Compartió escenarios y grabaciones con Atahualpa Yupanqui, Astor Piazzolla, Mercedes Sosa, Jairo, Richard Galliano, Ramón Navarro, Cesaria Evora, Peter Gabriel y Juanjo Domínguez. Cada colaboración mostró su versatilidad y la capacidad de integrar el chamamé en distintos lenguajes musicales.
Su discografía constituyó un archivo vivo de la tradición y la innovación del género. Obras como La tierra sin mal (1995), Acordeón de mi tierra (2006), De mi tierra al mundo (2007), Chamamé del litoral (2010), El chamamé de mi infancia (2011), Rencontre à Paris (2012), Raúl Barboza y su acordeón (2016) y Solo en París (2024) marcaron hitos en su carrera. Además, su música formó parte de nueve películas y numerosas bandas sonoras que llevaron el chamamé a nuevas audiencias.
Barboza en la pantalla y en la memoria
El acordeonista también inspiró dos documentales que dejaron testimonio de su vida y obra. En 2003, Silvia Di Florio dirigió El sentimiento de abrazar, y en 2022 Daniel Gaglianó estrenó La voz del viento. Ambos materiales reunieron testimonios de colegas y discípulos que destacaron su virtuosismo y compromiso con la difusión del chamamé.
Los reconocimientos acompañaron cada etapa de su trayectoria. En Argentina recibió tres Premios Atahualpa, distinciones de SADAIC, los Premios Konex y el reconocimiento del diario Clarín. En el exterior, Francia lo honró con el “Grand Prix Charles Cros”, el “Diapason d’or” y el título de “Caballero de las Artes y las Letras”. En 2024, la Universidad Nacional del Nordeste le entregó el Doctorado Honoris Causa, coronando un recorrido artístico excepcional.
Un embajador del chamamé
Desde 1987, París se convirtió en su segunda casa. Allí construyó una plataforma internacional para el chamamé, llevándolo a escenarios de todo el mundo. Su música transmitió la esencia del litoral argentino con emoción y autenticidad, logrando conectar con públicos de culturas diversas. En cada interpretación demostró que el chamamé tenía un lenguaje universal.
En marzo de 2025, Barboza regresó a los escenarios argentinos en La Vieja Usina de Paraná, Entre Ríos. Acompañado por el quinteto MAGMA, ofreció un concierto memorable que quedó registrado como uno de sus últimos en el país. Esa actuación se transformó en un homenaje a su tierra y a su gente, quienes lo reconocieron como un referente insustituible.
Un legado eterno
La partida de Raúl Barboza representó una pérdida irreparable para la música argentina. Sin embargo, su legado perdura en cada acorde y en cada interpretación. Su vida refleja la riqueza cultural del litoral y la capacidad del arte de trascender geografías y generaciones.
El chamamé encontró en Barboza un intérprete que lo llevó desde los pueblos correntinos hasta las salas más prestigiosas del mundo. Su acordeón seguirá sonando como símbolo de identidad, emoción y pertenencia. La historia del chamamé no podrá escribirse sin su nombre, porque Raúl Barboza se convirtió en sinónimo de música litoraleña y en uno de los embajadores más grandes que tuvo la Argentina.