Nicolas Sarkozy se convirtió está semana en el primer expresidente de Francia en ser condenado a prisión efectiva por un caso de corrupción, con lo que sus problemas judiciales parecen lejos de disiparse y amenazan con transformarse en «la punta del iceberg de un sistema político que se piensa ejemplar pero donde conviven el tráfico de influencias y los pactos entre las élites», según consideró en diálogo con Télam el politólogo Franck Gaudichaud.
El lunes 1 de marzo, el antiguo hombre fuerte de la derecha francesa, a quien Jacques Chirac ungió como su «superministro» y apadrinó sobre el final de su docena de años como Presidente para sucederlo y encadenar 17 años de Gobierno conservador en Francia, perdió una buena parte del poco caudal político que le quedaba.
Sarkozy fue condenado en primera instancia a tres años de prisión, dos en suspenso y uno de cumplimiento efectivo, pero de confirmarse la pena, el abogado parisino de 66 años no irá concretamente a la cárcel, dado que podrá cumplir su condena en su casa con una pulsera electrónica. El expresidente apeló el veredicto.
La condena es por un hecho de 2014, ya fuera de la Presidencia, cuando Sarkozy buscó interferir en una decisión de la Corte de Casación al intentar influenciar a un juez en torno a un caso que lo involucraba.
En la última década, el exmandatario fue sobreseído en la mayoría de la casi decena de casos en los que estaba involucrado. No obstante, en las próximas semanas otros dos casos podrían complicar su situación judicial.
«Lo interesante de este veredicto es que es la primera vez que se condena (a un exmandatario) a cárcel firme», resaltó a Télam Gaudichaud, doctor en ciencias políticas y profesor en la universidad de Jean Jaures de Toulouse.
El académico destacó que la situación jurídica de Sarkozy es «la gran preocupación de la derecha» francesa por el «temor de que su caída arrastre a otros grandes nombres» de su desperdigada y desacreditada formación política (Los Republicanos).
Según el politólogo, la política francesa padece hoy el peor legado de Sarkozy: la banalización de un discurso de odio contra las minorías que fomentó el crecimiento en las urnas de la otrora minoritaria y secular extrema derecha.
